domingo, 30 de septiembre de 2007

Totalitarismo educacional

Ineficacia y adoctrinamiento

En realidad, la gran reforma universitaria en Chile se hizo hacia 1980, cuando se abrió la educación superior a los privados y la competencia. Hubo un salto importante en lo tecnológico.

La creciente presencia del Estado en la educación explica su mala calidad, los altos costos, su falta de dinamismo y la menor libertad, creatividad e "inteligencia" que se aprecian a diario. Los jóvenes pierden su personalidad y se convierten en entes menos pensantes y más irresponsables, a partir de repetir la equivocada verdad oficial, apartada de la libertad y sometida a la clásica tontería latinoamericana de que el Estado es Dios, por lo que nos debe regular y manejar, ya que todos somos tontos de capirote. Es la tiranía y ruina de Fidel y de Chávez, los ídolos de nuestra izquierda.

Meterle todavía más dinero a la educación, sin reformas liberales ni la eliminación del poder ministerial ni de los intereses corporativos del Colegio de Profesores, es de "latinos", de ésos con los que a nuestros gobernantes les encanta hacer acuerdos comerciales y reunirse en fiestas o "shows" con discursos sin fin.

Es una vergüenza que nuestros educadores, intelectuales, políticos y "progresistas" no protesten por el creciente totalitarismo educacional. A lo Stalin, tenemos programas, pruebas y textos oficiales de corte monopólico, y una formación estandarizada de profesores que aprenden pedagogía y tonterías seudosociales, pero no sus materias. No hay, en la práctica, libre formación ni libre entrada a "la producción de educación", ni menos una política de apertura franca al exterior ni de fomento a la formación en los hogares y familias, modalidad de gran éxito en otros países. Y a los municipios les amarran las manos y los financiamientos.

El Estatuto Docente de Chile es el mayor atentado contra la calidad porque la inamovilidad y los sueldos fijos a todo evento incentivan el ocio y la mala docencia, al igual que los nombramientos políticos de directivos. El colmo parece ser que un buen ingeniero tiene "prohibido" enseñar matemáticas, porque no pasó por los exámenes pedagógicos.

Esta "democracia" totalitaria uniforma universidades, las que, para captar dinero estatal, deben aceptar las pruebas oficiales y acreditaciones en aumento, que limitan la competencia y la calidad, así como la libertad de enseñanza. Ésta tiende a desaparecer, lo que configura una dictadura que se refuerza en estos días con una superintendencia que puede cerrar los establecimientos que no gusten a los gobernantes, entre los cuales estarán en breve los de línea religiosa, pro familia y otros "reaccionarios".

Las dictaduras valóricas y culturales son las peores de todas porque configuran prácticas totalitarias, con independencia de si los gobernantes son o no elegidos. En realidad, la gran reforma universitaria en Chile se hizo hacia 1980, cuando se abrió la educación superior a los privados y la competencia. Se formaron universidades como nunca y la población de estudiantes pasó de unos 100 mil a 600 mil: universidad para todos. Hubo un salto importante en lo tecnológico y la competencia forzó a la Universidad de Chile y a la Universidad Católica a aumentar las matrículas y mejorar la calidad como nunca antes. Se invirtieron en eso varios miles de millones de dólares. ¿Cuánto les costó eso a los ciudadanos y al Estado? ¡Cero!

Ahora, desde 1990, se han malgastado cuatro mil millones de dólares, pero la calidad empeora, excepto en la de nivel superior.

Por eso, ¡no más gasto en la educación, salvo en bonos! Pasemos los colegios a los padres, los profesores y fundaciones. ¡Libertad y competencia, no más totalitarismo!

lunes, 10 de septiembre de 2007

Programa de gobierno liberal

Los ciudadanos libres, no protegidos ni pastoreados, haremos el progreso. No vote por los cuentistas de la redistribución fracasada


Para lograr con rapidez el desarrollo y eliminar la pobreza, vamos a dejar a los ciudadanos en libertad, sin tutelas ni amarras.

Abriremos la economía, eliminando los aranceles y protecciones a productores en lo agrícola, industrial, financiero, en los llamados acuerdos de “libre comercio”, coches usados y todo lo demás.

Suprimiremos las aduanas y tendremos fronteras abiertas a capitales y personas, incluyendo a los profesionales. Y vamos a dolarizar la economía. Dejaremos el IVA y un impuesto parejo a los ingresos de 12 por ciento, y eliminaremos las exenciones, contribuciones, timbres y estampillas, herencias y todos los demás robos tributarios. Sólo con esto, el ingreso real de los pobres aumentará –fácil– en 10 por ciento, sin afectar el presupuesto porque se reducirá la evasión.

En adelante, los contratos laborales serán voluntarios para las partes y así lograremos el pleno empleo, como ocurre en todos los mercados libres, que se equilibran solos.

Además, habrá libre emprendimiento, sin trámites municipales, estatales, tributarios o laborales, y la papelería inútil se eliminará. Daremos tres años para cumplir con los burocratismos.

Habrá libertad de educación, sin programas, textos, acreditaciones ni pruebas oficiales. Los apoderados y propietarios elegirán un directorio y los colegios competirán, lo que mejorará la calidad ahora, como ocurre en todos los mercados y como se vio en Nueva Zelanda. Las universidades serán autónomas y se entregarán bonos para la demanda de pobres, reasignando los recursos hacia los niveles básico y medio.

Con pleno empleo, libre emprendimiento, apertura y educación de calidad, saldremos del subdesarrollo, mejorando la distribución del ingreso; sobre todo, si se incentivan la pareja estable y la caridad, y se extiende y defiende la propiedad de los pobres contra el crimen.

En salud, haremos lo mismo. Y, con los enormes recursos que se ahorrarán –piense en el gasto “social” desde 1990, sin mayores beneficios–, daremos un monto por carga familiar a todos los hogares pobres. Si falta plata, cerraremos las oficinas, programas, regalos de dinero y ministerios que están de más.

El patrimonio de todos los ciudadanos se lo devolveremos, para aprovecharlo: tierras, aguas, islas, bosques, termas, orillas de lagos, playas, reservas mineras, estuarios y empresas estatales, tales como ferrocarriles y bancos del Estado. Igualmente en lo ambiental, donde el crecimiento, los derechos de propiedad, las reglas simples de protección y el uso de tribunales deben reemplazar al prohibicionismo vigente.

En política, apertura y competencia, con libre entrada, Estado neutral, prohibición de reelecciones y gastos reservados, altos quórum para leyes represivas –como las tributarias o las contrarias a la libre empresa– y una suerte de federalismo, con regiones y municipios con poder y autonomía. Una verdadera reforma del Estado.

La libertad requiere de responsabilidad y respeto por los demás. El Estado debe hacer bien lo que hoy hace mal: velar por los derechos ciudadanos, libertad, propiedad, cumplimiento de los contratos, seguridad y justicia de verdad, disuasivas de los delitos. No más leyes represivas inútiles y costosas en lo cultural, parejas y drogas, para así reducir gastos, líos y crímenes.

Los ciudadanos libres, no protegidos ni pastoreados, haremos el progreso. No vote por los cuentistas de la redistribución fracasada, sino por...